Una vez recogido todo, las postales de mi corcho, la ropa, las partituras, después de haberme gastado toda la comida de la nevera, de tirar el champú y meter en el neceser mi cepillo de dientes, cierro la maleta.
Y como si fuese un titular de periódico de la década de los 70, digo: ADIÓS PRAGA, ADIÓS.
(He pensado durante mucho rato que música poner, la sinfonía Praga de Mozart, algo de Don Giovanni, quizás un lied de Schubert, una canción de Silvio, o algún tema de Billie the vision porque sus letras lo dicen todo. Al final no voy a poner nada; me iré tarareando alguna melodía tonta cuando atraviese la puerta de mi habitación. Cuando me vaya, saldrá sola).
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